Y mi abuelo no se acuerda de que me llamaba Mari Flor, miro su cara, me introduzco en su mente y deduzco que es infeliz, no me conoce a mi, a su nieta rebelde, traviesa e inquieta que tantos motivos de risa le di , me sonreía enseñando sus dientes gastados por el tiempo pero me sonreía, ahora se limita a que pasen los días sin más, y a veces me pregunto que haría mi abuelo sin su reloj, ese que tanto que mira , realmente no se si tiene una noción del tiempo.
De la cocina al corral, del corral a la cocina , pero siempre sentado , bien en el escañil de la cocina, presidiendo la mesa vacía tapada con un mantel de plástico y mirando por momentos para la tele apagada, o bien sentado en el sofá del corral, pero siempre con la misma postura, la cabeza agachada mostrando su característica boina ya parte de su personalidad , sus ojitos verdes cerrados, sus piernas delgadas y blancas envueltas en un pantalón viejo, sin color y demasiado ancho para él ,cruzadas ; con esta postura espera a que pasen los segundos, los minutos, las horas, el día, en definitiva, espera a que pase su vida.
Y me pregunto, abuelo vives o matas el tiempo, no hace falta que me responda porque la respuesta es clara.
Mi abuelo se limita a sobrevivir, introducido en su nube lejos de este mundo desordenado y amoral que nos gobierna, lejos de las desgracias y de las penas, lejos de las alegrías , lejos, lejos, lejos ... y cerca del mundo que le tocó vivir a él, añorando cada minuto de su infancia, de su adolescencia, de su juventud, de su madurez , en definitiva añorando su pasado, mi abuelo ha dejado de tener presente y la palabra futuro también ha sido borrada de su memoria.
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