EUCALIPTO
Día triste, lluvioso y frío, la niebla se esparce entre las calles, escondiéndose entre los lugares más inertes.
Llego a mi casa, agradezco el olor a eucalipto y el calor que desprenden los radiadores, entro en mi habitación y a oscuras me quito lentamente la ropa , abro el armario y me observo detenidamente en el espejo, mi cuerpo desnudo , alumbrado por la luz que entra por las rejillas de la persiana, grita soledad por cada poro de piel.
Mi cuerpo se hace viejo, tiembla de miedo, tirita de frío, llora de noche, busca el calor debajo de unas sábanas que gotean humedad y se ríen de mis huesos, de esos huesos que con el paso de los días apagan mi piel y se alimentan de ella.
Me acurruco hasta hacerme invisible, escondo mi cabeza debajo de la almohada, porque quiero desaparecer aunque solo sea por momentos. Cierro los ojos, los abro, los cierro, los abro.. cada minuto que paso desvelada me susurra al oído que estoy sola, enfermedad soledad, palabra SOLEDAD.
Me siento débil, frágil, hundida, pérdida y vacía.
Acaricio mi cuerpo y siento como el frío de mis manos me hace estremecer, me encojo más, poso mi dedo índice sobre mi clítoris, me masturbo intensamente pero mi clítoris al igual que mi corazón han dejado de latir.
Mi alma murió llevándose con ella las sensaciones, sentimientos y emociones que corrían por mis venas, el único superviviente es mi cerebro que me chilla, me grita y se burla de que mi vida haya dejado de existir.
martes, 29 de mayo de 2007
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